martes, 20 de agosto de 2019

Capítulo 29 - Benditos mails

Como el papá de Laura estaba a tamaña distancia, no tenía mucha capacidad de control en cuanto al acontecer de México, ya que su comunicación solo se daba a través del teléfono y la Internet. Y con el mal cumplimiento que se estaba teniendo del código de convivencia, pueden imaginar también cuál era el tenor de los mails que me llegaban al buzón de correo. Al principio fueron cálidos y relacionados a mi responsabilidad pastoral, docente y demás detalles laborales que nos vinculaban. Pero con el paso de los días comenzó a exigirme ser el intermediario en la relación con su hija, queriendo que le informe qué hacía ella durante su día, y favoreciendo el restablecimiento del contacto entre ellos, que para ese entonces ya se había perdido por completo.
De no haber una mejoría entre ellos, sentenció que debíamos cortar momentáneamente nuestro noviazgo hasta que él regresara a México y pudiera supervisarnos.
Asimismo, el otro pedido que rebasó el vaso, fue exigirme que no cumpliese con mis responsabilidades pastorales en la iglesia en aquellas oportunidades en que mis actividades coincidieran con las de Laura. Ese fue un golpe muy bajo.
El código de convivencia contemplaba que solo podíamos vernos en las clases del Seminario, en la oficina del Instituto Bíblico y reuniones de la iglesia; pero ahora pretendía que yo cancelara mis responsabilidades en todos los casos en que tuviéramos que vernos. Lo personal ya se había mezclado demasiado con lo laboral, y estaba teniendo sus devastadores efectos.

Preguntas para interactuar:

¿Qué debemos hacer cuando los laboral y sentimental se mezclan?
¿Qué hacer cuando la familia es parte de la actividad laboral y sentimental?

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