martes, 20 de agosto de 2019

Capítulo 29 - Benditos mails

Como el papá de Laura estaba a tamaña distancia, no tenía mucha capacidad de control en cuanto al acontecer de México, ya que su comunicación solo se daba a través del teléfono y la Internet. Y con el mal cumplimiento que se estaba teniendo del código de convivencia, pueden imaginar también cuál era el tenor de los mails que me llegaban al buzón de correo. Al principio fueron cálidos y relacionados a mi responsabilidad pastoral, docente y demás detalles laborales que nos vinculaban. Pero con el paso de los días comenzó a exigirme ser el intermediario en la relación con su hija, queriendo que le informe qué hacía ella durante su día, y favoreciendo el restablecimiento del contacto entre ellos, que para ese entonces ya se había perdido por completo.
De no haber una mejoría entre ellos, sentenció que debíamos cortar momentáneamente nuestro noviazgo hasta que él regresara a México y pudiera supervisarnos.
Asimismo, el otro pedido que rebasó el vaso, fue exigirme que no cumpliese con mis responsabilidades pastorales en la iglesia en aquellas oportunidades en que mis actividades coincidieran con las de Laura. Ese fue un golpe muy bajo.
El código de convivencia contemplaba que solo podíamos vernos en las clases del Seminario, en la oficina del Instituto Bíblico y reuniones de la iglesia; pero ahora pretendía que yo cancelara mis responsabilidades en todos los casos en que tuviéramos que vernos. Lo personal ya se había mezclado demasiado con lo laboral, y estaba teniendo sus devastadores efectos.

Preguntas para interactuar:

¿Qué debemos hacer cuando los laboral y sentimental se mezclan?
¿Qué hacer cuando la familia es parte de la actividad laboral y sentimental?

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Capítulo 28 - A estudiar

Mientras seguía analizando con toda seriedad volver a la Argentina cuanto antes, los días pasaban y, llegó el momento de comenzar a estudiar en el Seminario donde Laura tenía realizada gran parte de su carrera, y yo tomaría algunas materias para profundizar mis conocimientos en Teología.
Por un lado, no veía la hora de tomar un avión para la Argentina y, por otro lado, ¡estaba comenzando a estudiar! Evidentemente era grande el desconcierto por esos días.

Un jueves después de clases, ella estaba muy molesta con todo lo que nos estaba pasando, y me pidió que la acompañase hasta su casa para poder hablar de todo esto... Sabiendo de lo caótico que se presentaba el escenario, ¿qué necesidad teníamos de complicarlo aún más, no? Si yo la acompañaba, era obvio que tenía que quedarme a dormir en su casa, porque desde donde ella vivía, a esa hora de la noche ya no había medios de transporte público para ir hasta donde yo me alojaba... En fin, Laura llamó a su mamá, y ella aprobó que yo fuera a su casa, así que no había mucho más que decir, y a su casa fuimos juntos esa noche.

Preguntas para interactuar:

¿Era necesario forzar las situaciones yendo a casa de Laura a charlar? 

Después de todo, ¿No era más prudente estar en su casa, antes que irnos a cualquier otro lugar?

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