La familia de Laura tenía en planes salir de vacaciones, así que pensé que sería un buen tiempo para que lo disfruten solos, y que las cosas mejoraran. Pero su padre insistió en que los acompañara, y que cada uno haría el mayor esfuerzo para tener un buen tiempo juntos.
Realmente no estaba convencido que esto fuese a ocurrir pero, por otro lado, sabía que Laura se pondría feliz si yo aceptaba ir con ellos de vacaciones. Incluso me encontré con el planteo que si me negaba a ir, ¡quizá podría hasta ser juzgado de no estar colaborando con la reconciliación entre padre e hija!
Obviamente que todo lo hablado con anterioridad al viaje, y toda la preparación psicológica para aventurarnos a unas memorables vacaciones, no tuvo resultado alguno. Bastó que en un tramo del viaje nos sentáramos juntos con Laura, para que el humor de su padre cambiara por completo, y así se hipotecara el resto de la felicidad vacacional. De allí en más todo podría sintetizarse en una continua discusión tras discusión.
Una tarde habíamos ingresado al agua, Laura, sus dos hermanos, y yo, para refrescarnos un rato. De repente sus hermanos se fueron nadando para otro sector, y quedé solo con ella. Tan pronto como esto pasó, su papá se acercó a nosotros mostrando su gran molestia por nuestro insistente comportamiento de querer estar solos y no ayudar a que las vacaciones fueran en familia.
Bueno, por supuesto que yo me hice a un lado, y ellos se quedaron discutiendo por un tiempo más prolongado.
Preguntas para interactuar:
¿Qué grado de control deberían tener los padres sobre sus hijos cuando andan de novios?
¿No es acaso muy tarde comenzar a poner límites a los 27 años, como en nuestro caso?
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