Laura dejaba constancia de haber aprovechado muy bien su tiempo en México. Llevaba adelante su carrera de Licenciada en Teología en un Seminario, con mucho éxito. Tomaba clases de francés en una universidad. Dictaba clases de teología en otro Instituto Bíblico, y a su vez desarrollaba activamente su liderazgo entre los jóvenes de la iglesia a la que pertenecía. Se sentía muy bien con lo que hacía. Estaba segura que la decisión de ir a México había sido la correcta. Y a medida que pasaba el tiempo, podía ver con más definición cómo su llamado pastoral se hacía evidente.
Cuando de repente, un mensaje de Laura llegó a mi teléfono móvil...
–Tengo una sorpresa que darte, una gran sorpresa!
Hummmmmmmmmm, ¿de qué sorpresa se tratará? –pensé…
Con todo lo que nos había pasado… ¿qué más podía faltar? Obviamente, mi mente volaba.
Su novedad era que vendría de paseo a la Argentina por tres meses a fin de año.
Estaba por dar un salto de alegría, cuando me di cuenta que su venida me generaba una alegría tan grande, como desconcertante. Ambos queríamos volver a vernos después de haber pasado un año a la distancia. Pero era muy difícil mostrarnos en sociedad como simples amigos, siendo que todos sabían de nuestros sentimientos.
Preguntas para interactuar:
¿Cómo ponernos de novios si nos veríamos tan solo por tres meses?
Y entonces qué, ¿evitarnos por causa de la certidumbre?
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