Pasadas las vacaciones viajé a dar clases en un Seminario Bíblico de Monterrey. Fue allí cuando recibí una llamada de Laura que definiría el rumbo de nuestras vidas.
Su papá debía viajar de urgencia a la Argentina por una cuestión laboral, y no había fecha de retorno precisa.
Le pregunté si habían tomado una tregua en sus disputas para disculparse por todo lo sucedido últimamente y así viajar en paz. Pero lamentablemente, no lo habían hecho.
Pasados los cinco días de trabajo en aquella ciudad, regresé a Ciudad de México.
Su papá había dejado expresas órdenes de no vernos con Laura salvo con su previa autorización. Pero yendo contra el código de convivencia que se había impuesto, Laura fue a esperarme a la estación de autobuses, y de allí fuimos a almorzar juntos a la oficina de trabajo.
Como él ya estaba en la Argentina, y su mamá no tomaría cartas en el asunto del reglamento, supusimos que no pasaría nada al vernos sin su permiso... salvo… que él llamara a su esposa por teléfono desde la Argentina ese mismo mediodía, preguntara por mí, quisiera saber de Laura, y así descubriera que estábamos juntos… Obviamente, así pasó, y se desencadenó otro terremoto a distancia.
Poco a poco, veíamos cómo el desgaste en la pareja se hacía evidente a causa de la presión.
Preguntas para interactuar:
¿No hubiera sido más fácil ocultarle el noviazgo a su padre?
Pero... ¿Por qué ocultar algo tan sano como el verdadero amor?
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