Un nuevo tiempo se abría paso e iba con mucha expectativa a descubrirlo.
El viaje fue largo a causa de las escalas en diferentes países, pero al fin estaba en suelo mexicano; era el jueves 3 de julio de 2008. ¡Qué satisfacción! En el aeropuerto estaba Laura, su papá y una amiga de la familia, que pronto también se convertiría en una querida amiga mía. Había vuelto a ver a mi novia, y eso me infundía más aliento para enfrentar los desafíos que vendrían. No veía la hora de poder estar a solas con ella, pero un detalle me hizo presentir que eso se demoraría en ocurrir por algunas reacciones de su papá. La sospecha era acertada, y con el paso de los días comprobé que ese ejemplo solo fue una minucia de lo que ocurriría más tarde.
Al siguiente día emprendimos un viaje hacia otro Estado, que pronto tuvo su inconveniente cuando Laura y su papá se desentendieron en cuanto a lo que yo haría ese próximo fin de semana: si participar de un encuentro de jóvenes con ella, o si acompañar a su papá a un evento de pastores, donde quería presentarme ante ciertas personas relevantes. Era la segunda situación que me llamaba la atención y me hacía entender que las cosas no estaban funcionando del todo bien.
Pero lo que definitivamente terminó por irritar los ánimos, fue la reacción que él tuvo el domingo por la mañana cuando Laura bajó a mi departamento a despertarme y quedarse un rato conmigo charlando en mi habitación tratando de ponernos al día. El enojo e impulsividad de su padre me dejaron anonadado. Lamentablemente, ese episodio trajo todo tipo de conjeturas y difamaciones como que ella estaba conmigo en la cama, que salió de la habitación casi desnuda, etc. Lo cierto es que después de esa situación, todo fue tornándose cada vez más difícil de sostener entre Laura, su papá y yo.
Preguntas para interactuar:
¿Qué importancia tiene la familia en un noviazgo?
¿Pueden frustrar tu relación?
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